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Pequeños grandes problemas de nuestra economía

Bodega 305 del municipio de Playa. Foto: Karina Rodríguez Martínez/Cubadebate.

Mientras escribo este artículo, una idea me perturba: ¿Debería dejar lo que estoy haciendo para llegarme al mercado y ver si hoy toca pan? De mi casa a la bodega hay cinco cuadras, y cinco más de vuelta suman un kilómetro. Si no compro el pan, adiós desayuno; pero escribo contra un cierre editorial, y debo adelantarme al apagón programado.

La semana pasada hice una suerte de encuesta en Facebook, y así me enteré de que en muchos territorios se han creado grupos de Telegram o WhatsApp para avisar cuándo llegará un producto a las bodegas o a las TRD. Unas veces los canales fueron creados por delegados; en otras, por los propios vecinos. Pero no en todos los lugares es así.

Tal vez alguien diga que el país tiene muchos problemas para ocuparse de “minucias”. Estamos acostumbrados a hablar de la economía por los grandes números: macro y microeconomía, economía financiera, economía de la empresa, historia económica. Todo descansa sobre el mercado; pero el mercado no es un ente abstracto, sino familias con múltiples necesidades.

También los grandes números pueden ser cosa bien relativa: depende de cómo cada cual los analice o sufra. Si alguien no se entera de que llegó el pollo regulado a su TRD, en vez de los 200 pesos por diez libras, la alternativa será gastar 3 500. O sea, el 80% del salario medio mensual vigente, lo cual significa un duro golpe para las finanzas familiares.

Somos un país socialista. En el socialismo la economía es más eficiente no cuando más produce, sino cuando más necesidades sociales satisface. Parece lo mismo, pero no es igual: la diferencia está en una más justa distribución.

Se ha dicho que estamos en una economía de guerra, y es así. Debemos operar en un escenario de máxima asfixia, solo comparable con el que se vive en una guerra. Aparte de la política genocida del bloqueo, el mundo vive tiempos convulsos por el cambio climático, los numerosos conflictos y las secuelas de la pandemia que aún persisten.

Desde luego, lo ideal es que hubiera de todo en las tiendas y el salario alcanzase para adquirir lo indispensable; mas, por ahora, ello no es posible. El Estado busca alternativas: por ejemplo, si la leche no alcanza para todos, se priorizan los niños, las embarazadas, las personas con determinados padecimientos.

Hace un par de días, sin embargo, un amigo me comentó que sus niños se han quedado varias veces sin la leche. Como no se sabe a qué hora llegará el producto —cosa que lo mismo ocurre a las siete de la mañana, que a las diez o las 12—, y como este solo se vende durante tres horas a partir de su llegada, en ocasiones simplemente no ha podido adquirirla.

Figúrate, soy maestro. No puedo abandonar el aula a cada rato para ver si llegó el producto. Lo ideal es que hubiese una aplicación que avisara, pero no existe. Para la electricidad, el sistema funciona muy bien; uno sabe cuándo toca el apagón y puede organizar su vida; pero esto, que afecta a mis hijos, no se resuelve. Alguien no hace un trabajo sencillo, y echa por la borda el esfuerzo del Estado.

Yo creo que hoy no hay tarea más importante que aliviar lo más posible la vida de las personas, sobre todo a las más necesitadas. ¿A dónde va a parar el producto que alguien no adquiere porque, simplemente, no se enteró de su llegada? ¿Quién debe ocuparse de esos detalles en los territorios, y no lo hace?

Cuando creamos que son minucias las cosas que afectan al pueblo, porque hay asuntos más importantes de qué ocuparse, siempre será oportuno acudir a Fidel: “El pueblo es la meta principal. En el pueblo hay que pensar primero que en nosotros mismos. Y esa es la única actitud que puede definirse como una actitud verdaderamente revolucionaria”.

(Tomado de Granma)

Antonio Rodríguez Salvador

Antonio Rodríguez Salvador

Es poeta, narrador, dramaturgo y ensayista cubano.

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