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Reflexiones sobre el trabajo social comunitario

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Foto: Archivo.

Recién nombrado rector de la Universidad de La Habana, José M. Miyar Barruecos visitó la entonces llamada Escuela de Letras y de Arte. Muy pronto, estudiantes y profesores del alto centro de estudios lo conocieron por Chomy, un apelativo más familiar y cercano.

En aquel primer encuentro era portador de una propuesta singular. El proyecto consistía en emprender, a partir de una estadía de varias semanas, estudios dirigidos a difundir la cultura en zonas históricamente desfavorecidas del país. Grupos de maestros se distribuirían junto a sus alumnos a lo largo del territorio nacional, desde Minas de Matahambre hasta Punta de Maisí. La idea nos entusiasmó. Encendió la llama del espíritu misionero latente en cada uno de nosotros.

Por vía académica habíamos accedido a un extenso conocimiento de la historia de Cuba en lo político, lo social y lo económico. Disponíamos de una visión teórica de su estructura socioclasista. Nuestro trabajo profesional se orientaba al abordaje de los procesos evolutivos de las artes y la literatura. Contábamos con información actualizada acerca de las ideas dominantes en la época sobre los problemas derivados del legado neocolonial, el consecuente subdesarrollo y las concepciones desarrollistas de matriz latinoamericana.

Con todo ello creíamos tener las herramientas requeridas para llevar adelante una tarea culturizadora. El choque con la realidad concreta nos impondría un profundo examen autocrítico. Sin renunciar a nuestra vocación de maestros comprendimos que, ante los desafíos de una realidad compleja y contradictoria, tendríamos que asumir la modesta posición socrática de permanentes aprendices.

Se imponía, en primera instancia, una revisión del concepto de cultura, que rebasaba en mucho la evolución de las artes visuales, la arquitectura, la música, las expresiones escénicas y literarias procedentes de fuentes europeas, africanas y latinoamericanas.

Todo grupo humano es portador de una cultura forjada en condiciones concretas de vida, modos de supervivencia, prácticas laborales, formas de establecer relaciones interpersonales, de conservar tradiciones a través de una memoria a veces deshilachada, de tener sueños y expectaciones. En ese complejo entramado histórico y social se fraguan valores.

Para desencadenar acciones transformadoras en cada contexto específico había que formular proyectos de investigación. El propósito era propiciar el siempre renovado conocimiento de la realidad, sometida a cambios acelerados en virtud de la obra mayor emprendida por la Revolución. Con las posibilidades abiertas por el acceso universal a la educación, la electrificación extendida a todo el país incentivaba el progreso material y ponía los medios de comunicación al alcance de las grandes mayorías.

No había pasado mucho tiempo desde aquel impacto iniciático cuando, a la vuelta de los años 70, la universalización de la Universidad impulsada por Fidel ofreció la oportunidad de implementar un proyecto de investigación-desarrollo. Podíamos contar en el Escambray con la experiencia acumulada por el grupo de teatro que dirigía Sergio Corrieri. El territorio padecía de un relativo estancamiento, resultante de la etapa de lucha contra bandidos.

La voluntad política delineó entonces una acelerada modernización que ofrecía a los campesinos la opción de pasar del bohío aislado —todavía alumbrado por rudimentarias chismosas— a pequeños conglomerados urbanos, donde dispondrían de electricidad, agua corriente y televisión. La oferta era tentadora, pero implicaba rupturas de hábitos, modalidades laborales y un arraigado vínculo con la tierra, ratificado con la adquisición de la propiedad a partir de la Reforma Agraria.

En ese contexto específico, la investigación de terreno se convertía en componente básico de una acción cultural efectiva. El método de entrevistas provocaba en el interlocutor el rescate de su historia de vida. A través del recuerdo del pasado y el presente iba apuntando una proyección de futuro. Sobre esa base se definían vías de acercamiento a expresiones del arte y la literatura.

Eran los primeros pasos para la construcción de un sujeto participativo, apto para la transformación progresiva de su realidad. El trabajo emprendido no pudo mantener la continuidad requerida. La vida universitaria recobró su cauce tradicional.

Ahora, cuando las miradas se detienen en los barrios menos favorecidos, se me agolpan los recuerdos de una experiencia vivida medio siglo atrás. Fue una aventura hacia lo desconocido. Al intentarla, nos sentíamos desarmados. Sobre las huellas que pudimos haber dejado en el Escambray ha crecido la hierba. Para los animadores de aquel proyecto, en cambio, dejó una marca imborrable. Constituyó un aprendizaje intenso. Implicó un enorme desafío intelectual.

Modificó nuestro concepto de cultura. Aprendimos que la investigación sistemática de la realidad ofrecía las claves para entablar un diálogo productivo con el otro, para desencadenar procesos de autorreconocimiento y propiciar la apertura hacia zonas más amplias de la creación artístico-literaria. Era el modo de contribuir a la construcción de un sujeto participativo, transformador de su contexto y encaminado hacia una progresiva emancipación.

(Tomado de Juventud Rebelde)

Se han publicado 7 comentarios



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  • Capitán Plin dijo:

    Muchas gracias a tan destacada intelectual por trasmitir sus experiencias y recordar las maneras de hacer el bien en situaciones complejas. Continúa el desafío en siglo XXI para todos.

  • Felix Manuel Martínez Lopez dijo:

    Me dirijo a ustedes para saber la situación del medicamento denominado Duralgina, el cual está en falta hace tiempo y no viene a la farmacia, específicamente de ese medicamento no se ha dado respuesta de por que falta y cuáles son las perspectivas de que entre a la farmacia, sabemos que es un calmante de los dolores y que todo el mundo lo consume
    También quisiera que me informaran la situación del hipoclorito de sodio que venden en la farmacia para echarle al agua, del cual no se ha dicho nada por que falta en la farmacia, eso ocurre en la farmacia de Vento, la que está aledaña al edificio de 12 plantas de la Calzada de Vento, detrás de la escuela de maestros Salvador Allende

  • Casandra dijo:

    El trabajo comunitario en los barrios , a mi juicio, debería contar con especialistas, dado que muchas veces los mal llamado marginales, que son automarginados, o vulnerables, que en muchas ocasiones son autovulnerados, necesitan una mirada especializada para entender sus conducta, y un seguimiento de las características de cada uno de ellos, es un trabajo difícil, sin paternalismo, acusioso, desprejuciado, que pueda salvar a los que aun son sarvables, y ver qué se puede hacer a los que se han acostumbrado a esa forma de vida como algo normal,
    Los proyectos comunitarios ayudan, pero a veces no abarcan el barrio completo y se quedan en una zona restringida

  • Estela dijo:

    Coincido con esta reflexión y agradezco a Graciela.
    Además, me preocupa que los procesos que están teniendo lugar en los 65 barrios desfavorecidos de La Habana, muy necesarios y perentorios, traigan como resultado que muchas otras nuevas personas de otras regiones y provincias del país vean como solución a sus dificultades, el emigrar de manera desordenada hacia la capital, y se creen adicionales barrios de "llega y pon". Esto traería un problema interminable y cada vez más complejo.
    Aunque difícil y necesitado de un profundo estudio e investigaciones sociales, la solución debería estar en crearles mejores condiciones de vida y trabajo en sus localidades, para que así no vean como única forma el irse a buscar mejores condiciones a La Habana ...
    Confío que esté siendo motivo de estudio de nuestros dirigentes y de las Ciencias Sociales y de otras esferas, en las localidades, municipios y provincias, así como, a nivel nacional.

  • Carmen Polanco dijo:

    Excelente reflexión.

  • Guillermo Morán Loyola dijo:

    La cultura cubana quedó enriquecida después de esas investigaciones, un ejemplo extraordinario ha sido el rescate de bailes y música de grupos que viven en la zona de Ciego de Avila, los famosos bailes del papalote, la karinga, el gavilán, entre otros. Todas estas expresiones de una auténtica cultura que proliferó en zonas donde no había televisión, ni radio, y que además nunca se presentaron en programas como La Corte suprema del arte.
    Esta música genuina y estos bailes, entre los que se encuentran el Sucu-sucu de Mongo Rives en la Isla de la Juventud, y la que reinterpretaron grupo de haitianos, jamaicanos y otros emigrantes en Cuba, también son parte de nuestro pueblo y nuestra amplia cultura.
    El proceso de conquista de la madre patria España, estuvo condicionada por las regiones en que los colonizadores fueron llegando a Cuba, procedentes de diversas regiones españolas, no todas con la misma influencia, ni el mismo desarrollo musical.
    La falta de algunos instrumentos musicales, más lo poco que quedaba de la cultura de los indios en Cuba, legado que nunca se ha rescatado, junto a los ritmos que se incorparaban de las tribus africanas, procedentes de diversos paises, dio origen a muchos ritmos, por lo que no todos fueron divulgados.
    Gracias a esas investigaciones, es que hoy podemos decir que se ha rescatado gran legado. En los barrios que hoy se hace un nuevo trabajo comunitario, en los que Silvio hace sus conciertos, e invita a jóvenes cultivadores de ritmos propios o importados, hacen una riqueza cultural mucho mayor. Vale este recuerdo en su persona profesora, porque lo cortes no quita lo valiente de ese gran trabajo.

  • jose dijo:

    Solamente quiero decir que en el consejo popular WajayMunicipio Boyero no se realizan actividad Contante solo la fiesta del Cafe por parte de cultura y es una zona de mucha nesecida .Ayudenos en este tema por favor .

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Graziella Pogolotti

Graziella Pogolotti

Crítica de arte, ensayista e intelectual cubana. Premio Nacional de Literatura (2005). Presidenta del Consejo Asesor del Ministro de Cultura, vicepresidenta de la Unión de Escritores y Artistas de Cuba, miembro de la Academia Cubana de la Lengua y presidenta de la Fundación Alejo Carpentier.

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