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Del ave rapaz y el totí

Imagen: canalabierto.com.ar

Los rumores sobre una posible renuncia de Mike Pompeo o un movimiento escurridizo postulándose para senador de Kansas, su ámbito natural, se entremezclan con el proceso político contra Donald Trump, que se supone concluyan los demócratas antes de finalizar el año. Es que la figura del Secretario de Estado está dañada por ni siquiera amortiguar las ofensas contra la embajadora norteamericana en Ucrania, Marie Yovanovich, quien testificó ratificando que el presidente y el jefe de la diplomacia participaron de lleno en la trama a cambio de favores políticos.

Gordon Sonland, encargado de EE.UU. ante la UE, develó correos electrónicos probatorios de la artimaña bajo cuerda y, al propio tiempo, sacó a relucir el papel del abogado personal de Trump, encargado por el mandatario para gestionar el chantaje a Bolodomir Zelesnky, pese a no tener cargo oficial alguno. Esos hechos serían parte de los factores que aconsejan a Pompeo irse del cargo con ciertas garantías y quizás antes de que le conviertan en chivo expiatorio del caso, para salvar a su jefe.

Eso quiere decir que hay una alta posibilidad de que el puesto quede libre y entre los aspirantes a ocuparlo o posibles de ser promovidos, está Carlos Trujillo, actual embajador ante la OEA. La índole de este individuo aflora en sus actos para promover la sedición en Venezuela y, partiendo de sus más recientes declaraciones, en la referencia que hace a las conmociones que se vienen sucediendo en Latinoamérica. Acusa a Cuba de estar involucrada en esos movimientos sociales de la región, aunque carece de pruebas sobre cuanto afirma.

En este momento no tenemos las evidencias para apoyar, pero sí hemos visto a los médicos cubanos en Bolivia, que fueron agentes espías, con maleteros llenos de efectivo tratando de darle dinero a los sindicatos y a gente que trata de causar violencia y eso fue documentado. ¿Documentado? Si así fuere lo habrían exhibido hasta la saciedad, pero siembran dudas con su calumnia, añadiendo que también en las protestas de Ecuador antes y en Chile ahora, está la batuta directriz de a La Habana, además, dándole sostén a Venezuela y a los hechos internos de Nicaragua.

Resulta que somos un imperialismo, según este personaje que desde su posición ha participado de forma muy destacada en el cerco contra el chavismo y se ha empeñado de modo insano y particular con respecto a Cuba, para acrecentar el acoso al cual la someten. Sabiendo que su mentor político es Marcos Rubio y como principal asesora tiene a Iliana Ross Letinen, un trío que destila odio lascivo hacia todo progresismo, resulta explicable la mendaz calumnia.

Aparecen el importante influjo que tiene Marcos Rubio sobre Trump, que le usa como consejero principal para esta área, y deja en sus manos lo que llaman nueva política hacia el continente, o sea, el plan para desarticular los procesos de justicia social que no se les subordinan. Bolivia ha pasado a ser ejemplo, infortunadamente destacado, de esas maniobras. Involucran a los cubanos en aquellos sucesos y otro tanto con respecto a Ecuador. En ambos casos los médicos y otros colaboradores, van con montañas de dinero para pagar manifestaciones de rechazo a golpes de estado o reclamos populares. Tanto absurdo y cinismo causan náuseas.

Se ha insinuado tal táctica –siempre sin el menor indicio demostrable– en los sucesos que conmocionan Chile desde hace varias semanas también y en la gran manifestación que ocurrió el día 21 de este noviembre en importantes ciudades colombianas. A juzgar por tan desatinada y vil acusación, en ninguno de esos sitios existen motivos para actuar contra quienes las generan. Todas esas acciones de masa fueron inducidas (!!)

Pinochet es un santo digno de oración que no dejó tras de sí la estructura y claves que han empobrecido y humillado a los chilenos, en favor de las clases altas y los emporios trasnacionales. Acusar a los indígenas ecuatorianos, campesinos casi todos, de haberse movilizado porque alguien, desde fuera y ajeno a la problemática interna, se los pidió, es una forma de negar que eran los principales perjudicados con el encarecimiento del combustible, recurso obligado para trasladar sus producciones hacia las ciudades. Se niega, asimismo, la pujanza de un sector poblacional que entre 1997 y el 2007 depuso a 3 de los 7 presidentes en el poder en ese período.

En lo que respecta a Colombia se sigue similar guion de achacarle a ajenos lo desatado en casa. Iván Duque insinúa la existencia de influjo venezolano en el descontento expresado y enmarca la “mano de Cuba” en lo recién acontecido. Aparte de servir a los intereses de Washington que busca desesperadamente justificaciones para recrudecer el bloqueo y cuanta intriga se le antoja para asfixiarnos, las falsas acusaciones son propicias para evadir responsabilidades únicamente suyas.

En Colombia, con su alto desempleo de dos dígitos, el empobrecimiento del campesinado (recordar la marcha de los agricultores en el 2013 en protesta por el daño sufrido tras los tratados de libre comercio suscritos con EE.UU. o la más reciente minga indígena); el inmenso descuido o desposesión con respecto a los jóvenes, sector protagónico en las demandas ahora o en años anteriores, y la inmanente guerra irregular, es un país inmerso en contradicciones y fracasos, no faltaron protestas de diversa naturaleza hace tiempo.

Algo debe haber hecho o reforzado Iván Duque, que no son solo los jóvenes quienes están inconformes y urgidos de respuestas, sino parecido ocurre con las personas con ingresos por encima de la media, espectro humano donde, del mismo modo, valoran negativamente al presidente, y tanto, que formaron parte de las grandes demandas, con cacerolazos y otras tipos de repudio ciudadano. Las estadísticas indican que la aceptación de Duque anda por el 26%, según Gallup.

La diversidad de manifestantes expresa el igualmente variado mapa de participación y exigencias. Álvaro Uribe a quien se le achaca la dirección auténtica de la actual administración, no se ha cohibido de esbozar en público planes como privatizar las pensiones, añadiendo inseguridad a lo que no tiene mucha solidez. Pasaría a vender, de igual forma, empresas nacionales emblemáticas, entre ellas la del petróleo. Como si tal, propone también, reducir el salario de los jóvenes hasta un 75% del mínimo.

Luego de haber promovido la violencia con registros, allanamientos a medios de prensa y locales artísticos, cierre de fronteras y movilización del ejército hacia las ciudades y amedrentando a líderes estudiantiles, Duque no debe esperar aplauso. Y si no implementa en serio los acuerdos de paz –una de las principales exigencias de la población, y no pone coto a la inseguridad expresada en el asesinato de líderes indígenas (unos 130 durante este año, aparte de excombatientes de las FARC, asimismo inmolados) es probable se le repitan o crezcan las protestas. Para ello no son necesarios estímulos de nadie. Hay fermento original sobrado.

Se puede apreciar en exposiciones como esta: “Se metieron con las generaciones que no tiene nada que perder, ni casa, ni trabajo, ni jubilaciones. No tenemos nada ¿qué miedo va a haber?”

En este paro nacional hubo actos de vandalismo atajados por los mismos manifestantes y no faltaron roturas hechas por la policía, eso sí está filmado, quizás para justificar la represión o en ejercicio del acostumbrado abuso, sobre todo contra las mujeres por parte del Escuadrón Móvil Antidisturbios de la Policía (ESMAD), de donde procedió la bomba aturdidora que hirió de gravedad en la cabeza a un muchacho.

¿Dirá Duque -o Uribe- que no estaban al tanto o no dieron pie a los excesos policiales contra personas que expresaron sus quejas de forma pacífica? Por eso mismo no cesaron antes las protestas.

El mandatario colombiano dijo que sostendrá negociaciones con los actores cívicos de estos episodios (alrededor de 500 organizaciones de todo el espectro económico y poblacional) pero se teme que sea una estratagema como la dispuesta por Moreno, para desactivar las movilizaciones y darle pie a un contraataque con ese respiro, para aplicar las medidas fondomonetaristas a las cuales no parece haber renunciado.

Si fuere el caso, le darán pie a lo expuesto en una de los razonamientos públicos hechos durante estas marchas en Bogotá, Barranquilla o Cali: Si no hay justicia para el pueblo, que no haya paz para el Gobierno.