Imprimir
Inicio »Opinión  »

El arma secreta iraquí

| +

El triunfalismo de Bush en su marcial discurso sobre el estado de la Unión contrasta con la trampa en que se ha metido en Irak. Sus palabras eludieron la responsabilidad por la muerte de 500 soldados y los miles de heridos entre las fuerzas ocupantes de ese país. Era demasiado esperar una sola frase sobre los miles de civiles destrozados por las bombas y los sufrimientos impuestos desde hace años a la población iraquí por el bloqueo y las operaciones militares de Washington. Después de todo, eso es una minucia comparado con la dulce recompensa de la democracia y el libre mercado prometida por el emperador a quienes sobrevivan al conflicto en curso en la antigua Babilonia. O sea, a quienes logren escapar a los tiros y a las bombas y también a los efectos del uranio empobrecido, que ya sufren decenas de miles. Generoso, Bush prometió la misma medicina a todas las naciones árabes y a las que albergan, dan apoyo o podrían suministrar armas de destrucción masiva a los terroristas.

Pero su patológico optimismo no se redujo a las radiantes proezas militares en Afganistán e Irak. En casa todo es una maravilla según el comandante en jefe. La economía crece, aunque no se creen puestos de trabajo y se hayan perdido tres millones de ellos. La educación avanza y ni un solo niño será "dejado atrás", aunque las escuelas no reciban fondos y la deserción escolar sea escandalosa entre afroestadunidenses, latinos y pobres. La atención de salud es universal, a pesar de que 46 millones no tengan derecho a recibirla, a que esta se ha encarecido y a que el proyecto de suministrar medicamentos a los ancianos no pase de ser un gran negocio para las transnacionales farmacéuticas. Por no hablar de la genial fórmula mágica -la abstinencia- con que piensa detener entre los jóvenes la propagación de enfermedades "de transmisión sexual" -eufemismo para referirse al sida- o los fondos que entregará a instituciones religiosas para obras de caridad, medidas para congraciarse con sus partidarios de las extremas derechas cristiana y judía.

El discurso de Bush tiene un claro tinte electorero con vista a mantenerse en la Casa Blanca en 2004, como afirman los propios voceros mediáticos del sistema imperialista. Pero esto es lo menos importante, previsible en la conducta de los presidentes estadunidenses cuando buscan el segundo periodo en un año electoral. Lo sustantivo en el mensaje bushista es la ideología nazi de que está empapado, al reiterar el proyecto, impulsado a partir del 11 de septiembre de 2001, de hegemonía mundial y represión de los rebeldes -dentro y fuera de Estados Unidos- por la fuerza de las armas y de un estado policial. ¿O qué significa el llamado a "renovar" la ley "patriótica"?  ¿ O la afirmación de que "no pediremos permiso a nadie para preservar la seguridad de Estados Unidos"?

Y aquí es donde se atraviesa en el camino el chiísmo iraquí. Hasta ahora se habló con mucha insistencia del llamado triángulo sunnita, donde efectivamente se han llevado a cabo la mayoría de las acciones armadas de la resistencia patriótica contra la ocupación. Pero ahora la amenaza principal que deben enfrentar los estadunidenenses viene de aquella comunidad mayoritaria en Irak -60 por ciento de la población-, que exige elecciones directas para la formación del nuevo gobierno. La exigencia contraste con el plan de Washington para que la nueva autoridad salga de una asamblea de notables nombrados a dedo por los invasores, copiado de la Loya Girga que eligió presidente de Afganistán al títere Hamid Karsai. El reclamo chiíta ha puesto a Bush a merced de una invencible arma secreta. Si lo acepta, sobrevendría  en Bagdag un Estado probablemente antiimperialista, que seguramente exigiría la retirada inmediata de los libertadores y reivindicaría la soberanía y el petróleo. Si lo rechaza, deberá enfrentarse a un incremento de la resistencia armada y civil y a una eventual unión de chiítas y sumnitas, como la que expulsó a los británicos en su momento.

En cualquiera de los dos casos, sería muy difícil que pudiera evitar la derrota frente al candidato demócrata en turno, que podría sacar mayor partido de un electorado agraviado ya por las groseras mentiras que han sustentado la "guerra contra el terrorismo" y por una recuperación económica que no disfruta. Claro, le quedaría recurrir otra vez al golpe de Estado valiéndose de  sus íntimos amigos de Miami.

aguerra12@prodigy.net.mx

Haga un comentario



Este sitio se reserva el derecho de la publicación de los comentarios. No se harán visibles aquellos que sean denigrantes, ofensivos, difamatorios, que estén fuera de contexto o atenten contra la dignidad de una persona o grupo social. Recomendamos brevedad en sus planteamientos.

Angel Guerra Cabrera

Angel Guerra Cabrera

Periodista cubano residente en México y columnista del diario La Jornada.