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Cuba, la transición y los camajanes

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  La "loba feroz" y otros perros de la misma camada de Miami, reciben más de un millón de dólores del Gobierno de EE.UU. para el "proyecto de la transición".  

Al  hablar en la presentación de nuestros libros   en la feria de Guadalajara, invité   a los asistentes con posibilidades de hacerlo, a escribir en cualquier buscador de Internet la palabra transición. Estaba segura de que aparecerían  muchas noticias relacionadas con Cuba, aunque ninguna estuviera fechada allí. Transición es la nueva palabra con que ahora se encubre  la vieja política. El último cuento para quienes no hayan aprendido nada de 45 años de acoso de una isla por un imperio.

Aquella misma mañana del sábado seis de diciembre,  el encabezado de muchos diarios era  casi idéntico y todos mezclaban ambos términos. La regla, para no hacer la excepción, venía de  Washington,  donde se había reunido la víspera el  grupo de altos funcionarios de la administración republicana -camarilla les llamaría Fidel horas después en un memorable discurso en Cárdenas- encargados por Bush para el  diseño de la  "transición cubana".

La noticia vino a recordarnos  unas declaraciones que, con muy mal pie (y peor cabeza), hiciera  la canciller española, dos días antes  de que en La Habana presentáramos "El Camaján" .

Con su proverbial predisposición a pifias y expresiones políticamente incorrectas (según el lenguaje postmoderno),  Ana Palacio había nombrado, como "uno de los Adolfo Suárez de la transición cubana" al  mismo Elizardo Sánchez que, 48 horas después, nuestra investigación iba a revelar  como un vividor alimentado por dineros que, tanto Bush como Aznar, toman de los contribuyentes norteamericanos y españoles para financiar en Cuba una quinta columna  interna.

Cualquiera con un poco de sentido común y un mínimo de conocimiento de la política de los últimos años, se da cuenta  del intento manipulador hacia el interior de la sociedad  española que hay detrás de términos como transición.  Tal como advierten los más lúcidos intelectuales de ese país, tras la muerte de Franco el estado español  sufrió  un cambio de forma pero no exactamente de contenido y eso es algo que ni las estridentes celebraciones de aniversario pueden ocultar, frente a la experiencia de los métodos felipistas primero y  aznaristas después (desde los GAL hasta el dedazo y las alianzas profacistas actualmente en curso).

Eso, sin embargo, no quita  mérito a los diseñadores de la "transición española". Desde el "destape" de los 80 hasta  el abominable "Gran Hermano" de la televisión  basura de esta época (pasando por la indispensable banalización de la prensa seria) se las han ingeniado para convencer a grandes públicos -y parece que lo han logrado- de que la libertad consiste en enseñar lo que era oculto y hablar lo que se callaba, aunque por ese camino traspasen los límites de la degradación humana (en la versión internacional de TVE, se puede presenciar hoy mismo un "debate a fondo" sobre el derecho de la prensa del corazón a revelar las preferencias sexuales de sus ídolos o el tamaño del  pene de uno de ellos, mientras la guerra en Iraq, por ejemplo, queda reducida al diario informativo a secas).

Claro, que la transición que tanto Bush como su socio español quisieran para Cuba, sí  habría que entenderla  como un proceso de cambio verdadero. Tendría que ser una real revolución, solo que  en sentido inverso. Un rayo  que borre, como decía Fidel en Cárdenas, el "cielo construido para los pobres" aquí en la tierra. Una vuelta al infierno.

Si relacionamos la historia que revela "El Camaján" con las inauditas declaraciones de Ana Palacio, advertiremos qué es lo que  nos diseña la famosa comisión de Washington. Para  completar la imagen bastaría con revisar  prensa y documentos originales de la llamada república, plagada de camajanes de la misma escasa estatura ética de los candidatos que España, a través de su canciller, nombró un mal día  para la "transición cubana". Lo que buscan es devolvernos  a esos politiqueros de pasquines, que prometían "agua, caminos y escuelas" y que terminaron huyendo de Cuba  con lo que les quedaba del saqueo al patrimonio nacional para refugiarse en el Miami que en estos años han ido devorando con igual apetencia.

Sin dudas transición es un término tierno, concebido ladinamente para  acallar a quienes se movilizan ya contra las peligrosas amenazas hacia Cuba del Señor de la Guerra. Una suerte de "no teman, no vamos a lanzar bombas, para eso nos estamos reuniendo". Una mentira colosal. Y una convocatoria a los buitres que merodean el pastel. Como un sutil mensaje a los camajanes que quedan sueltos.

Afortunadamente, en Cuba no se esperará  por los documentos que Estados Unidos decida  desclasificar dentro de 25 ó 30 años sobre sus planes para mandarnos al infierno. Ni   transición,  ni camajanes  son desconocidos ya. Paren el cuento.

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Arleen Rodríguez Derivet

Arleen Rodríguez Derivet

Periodista cubana y conductora del programa de la televisión cubana "Mesa Redonda", que transmite una emisión especial para Telesur. Es coautora del libro "El Camaján".