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De acuerdo con la RAE, la norma del uso del masculino como género no marcado es algo parecido a una incontestable derivación del espíritu divino y no de relaciones sociales que ni empiezan ni terminan en la gramática. El léxico lo nutren imágenes de lo que, con redundancia premeditada, cabe llamar realidad real, sintagma en que el adjetivo no apunta a la realeza monárquica, sino a la búsqueda de lo verdadero, entendido como factualidad.

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Los nexos entre pensamiento y lenguaje alcanzan especial relieve en asuntos históricos, políticos y culturales. Sería erróneo resignarse ante el mal uso de términos y conceptos, y, aún peor, soslayar o menospreciar debates en temas como las relaciones de los pueblos de nuestra América y los Estados Unidos.

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19 de mayo de 1895: lo que hizo el Maestro

Todos los días, y en especial cada 19 de mayo, son propicios para recordar la exclamación desgarrada, “¡oh Maestro, qué has hecho!”, por la cual —usemos una expresión coloquial llevada a la poesía por Fayad Jamís, acaso el mayor poeta en su generación literaria cubana— “tanto palo” se le ha dado a Rubén Darío, heraldo pionero de las grandezas luminosas de aquel a quien llamó “¡Maestro!”, el que, en un abrazo, le reciprocó el reconocimiento llamándolo “¡Hijo!”.

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Entre los propósitos de las calumnias sistemáticamente lanzadas contra Cuba por los enemigos de su Revolución puede estimarse que ha estado no solo desprestigiarla, sino también que ella se acostumbre a ser blanco de mentiras. De ese modo puede acabar autoanestesiándose y menospreciar la importancia que tendría responder puntualmente los insultos, o atenderlos siquiera.

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Tanto Martí como luego Lenin crearon un solo partido, lo cual es elementalmente lógico: un político, cualquiera que sea su ideología, salvo que se trate de un entusiasta irresponsable, no crea más de un partido, al menos a la vez. Pero entre el bolchevique ruso y el independentista cubano, ambos radicales en sus circunstancias, mediaron también diferencias básicas.

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En “Vindicación de Cuba”, artículo con que, en marzo de 1889, refutó insultos anticubanos propalados en conspicuos periódicos de los Estados Unidos, José Martí sostuvo: “Amamos a la patria de Lincoln, tanto como tememos a la patria de Cutting”. Leída esa declaración al margen del conjunto de su pensamiento, pudiera no percibirse todo cuanto ella dice. En la víspera de su caída escribió la conocida carta testamentaria donde plasmó la fuerza con que había organizado la gesta en que cumplía diariamente la misión antimperialista que había abrazado: “y mi honda es la de David”.

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En sus conceptos sobre la guerra de liberación irradiaba el sentido popular con que la asumió y la encaminó. Esa noción se correspondía con sus ideas sobre el Partido Revolucionario Cubano, fundado en 1892 —tras doce años de gestación, según sus propias palabras—, para preparar la contienda y trazar su rumbo: “Lo que un grupo ambiciona, cae. Perdura lo que un pueblo quiere”, afirmó en el Patria del 3 de abril de 1892.

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Hay cosas que, aunque sabidas, parece necesario repetir sin cansancio, para restar asideros a quienes prefieren ignorarlas. Los “ciegos y desleales” que José Martí repudió en su tiempo tienen continuadores hoy, y quién sabe hasta cuándo. Las evidencias no sugieren ingenuidad.

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Por un indigno, cien dignos

En 1983, en “Unas palabras a modo de introducción” para la edición crítica de las Obras completas del autor intelectual de los hechos del 26 de julio de 1953, y de la etapa de luchas desatada entonces, que hoy sigue enfrentando desafíos tremendos, Fidel Castro lo llamó “guía eterno de nuestro pueblo”, y dijo: “Su legado no caducará jamás”. En esa perennidad nos convocan palabras de su texto de 1893 ya citado: “Marchemos todos de modo que nos vean. Por un indigno haya cien dignos”.

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Para salvar el proyecto revolucionario cubano y mantener sus importantísimos logros —que elevaron el país a la altura que hizo de él una referencia, un ejemplo defendido por su pueblo y admirado por otros en el mundo— será necesario enfrentar y resolver problemas básicos de funcionamiento social. A varios de ellos se refieren los siguientes incisos, en los cuales el autor ni remotamente intenta rozar la exhaustividad, y mucho menos dictaminar conclusiones. Cabría sumar otros apuntes, y cada uno daría para un tratado.

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Revolución Cubana 1959-2016. Sin echar el laurel en la olla

Sin restar importancia a las dos guerras llamadas mundiales, ni a la liberación de naciones como China y Vietnam —esta, además, con la ejemplar victoria sobre la invasión estadounidense en su haber—, del siglo XX cabe destacar cuatro procesos revolucionarios diversos: en orden cronológico, la Revolución Mexicana, la Revolución de Octubre, la Segunda República Española y la Revolución Cubana.

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Para que los derechos culturales en Cuba —más claramente: los que le corresponde a la ciudanía reclamar y ejercer en el disfrute, la difusión y la producción misma de los bienes de la cultura— tengan plena, segura y legítima consumación, lo primero es defender y salvaguardar los derechos de la cultura cubana.

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